Reflexiones sobre la muerte

Orientaciones, testimonios y algunas ayudas

El ser humano es el único ser vivo que sabe que va a morir lo cual es un incordio.

Cuando nos enfrentamos a esta terrible certeza podemos experimentar diversas sensaciones, sobre todo, temor, angustia, curiosidad, pena, etc.

En este artículo pretendo ofrecer algunas aproximaciones y testimonios de personas relevantes sobre el tema. Espero que pueda servir de ayuda.

El temor según la edad

Comencemos con el temor a la muerte. El horror a no existir. El pánico a dejar esta vida.

Con respecto a este sentimiento, he podido observar que el nivel de su intensidad sufre variaciones en las diferentes etapas de la vida. Para simplificar, vamos a dividirlas en tres fases.

Durante la niñez y juventud, la muerte nos parece algo tan lejano que resulta improbable que algo así nos suceda, es casi remoto. Es curioso que en edades de juventud se cometan acciones de riesgo que pueden provocar la muerte: sustancias tóxicas, actividades y deportes de riesgo, conducción temeraria, etc. No tengo una respuesta clara sobre las causas de este tipo de comportamientos en estas edades. Probablemente sean herencias genéticas ancestrales de cazadores de la prehistoria. Ahí dejo la duda.

Es en la época de la madurez, período comprendido entre la juventud y ancianidad, es cuando se observa un mayor temor a la muerte. Horror en algunas ocasiones. Alguna posible explicación podría ser que el ser humano en esta fase tiene conciencia que le falta mucho por hacer pero también tiene cada vez más conciencia de que va a morir. Ambos pensamientos simultáneos producen horror.

Sorprendentemente, en las personas de mayor edad y ancianas no parece observarse temor a la muerte. Veremos ejemplos más adelante. Es curioso que acercándose el fatídico desenlace se vaya difuminando el temor al deceso. Pero nos podemos apoyar en este hecho para nuestro alivio.

Testimonios

 Busquemos algunas respuestas en los testimonios de personas relevantes cuando se han enfrentado a este tema.

Ingmar Bergman, probablemente, es el director de cine que más se ha planteado interrogantes sobre la muerte. Su mítica película «El Séptimo Sello» gira argumentalmente en torno a ello. Pero, lamentablemente, en Bergman no podemos obtener mucha ayuda porque su cine plantea más preguntas que respuestas.

Arturo Pérez Reverte es escritor y fue corresponsal de guerra. Declaró en una reciente entrevista que, en una ocasión, estuvo a punto de ser fusilado. Sabía que iba a morir. Afortunadamente, no sucedió. El entrevistador le preguntó si sintió miedo y dijo que no. Que el miedo se siente en fases anteriores. Que en el momento de morir se siente pena. Se siente un profundo pesar por las cosas pendientes por hacer. Reverte se encontraba en su fase de edad madura en aquel momento.

Miguel Delibes, famoso escritor, en sus últimos años nos dejó algunas interesantes reflexiones:
– «La medicina nos ofrece remedios para prolongar nuestros años de vida pero no nos ofrece razones para alargarla».
– «Doy mi vida por vivida. No necesito más tiempo». 

Alain Delon, actor ya anciano: «Voy a dejar este mundo sin sentirme triste. La vida ya no me atrae. He visto y experimentado todo. Odio la era actual, estoy harto de ella. Veo todo el tiempo criaturas realmente detestables. Todo es falso, todo es reemplazado. Todos se ríen del otro sin mirarse a sí mismos. Ni siquiera hay respeto por la palabra dada. Sólo el dinero es importante. Escuchamos sobre crímenes todo el día. Sé que dejaré este mundo sin sentirme triste por ello!»

Religión y ciencia

Durante siglos, la creencia en el «más allá» ha resultado de gran ayuda al ser humano a la hora de enfrentarse a la muerte. Es indudable que las personas creyentes cuentan con una gran ventaja en este sentido.

En la comunidad científica ha habido ilustres creyentes (Einstein) y agnósticos (Asimov).

Este último, fue preguntado acerca de la muerte de sus padres. Manifestó que no sufrió especial pesar al respecto. Que los había ayudado todo lo que pudo a lo largo de su vida y que su conciencia estaba tranquila. Que habían muerto sin dolor y con tranquilidad.

Asimov no creía en el alma. Como profesor de bioquímica defendía que todos los procesos mentales y pensamientos tienen un origen neuronal producido por procesos físico-químicos. Su postura ante la muerte era de total tranquilidad.

Por cierto, Asimov publicó un artículo magnífico sobre el momento exacto de la muerte. Analiza los elementos diferenciales del organismo antes y después del fallecimiento. «Aparentemente, todo está igual. Las células, los órganos, …. pero algo cambió».

El mundo se divide entre personas creyentes y no creyentes.

Para los primeros, la muerte significa la migración del alma hacia una nueva (mejor) vida y esto aporta un indudable consuelo ante los fallecimientos de seres queridos y para afrontar el temor de la propia muerte.

Para los no creyentes, la muerte significa retornar a la nada. De donde proceden. Y se limitan a considerar su vida como un paréntesis entre dos «nadas» infinitas. El tiempo antes de su existencia y el tiempo después de su existencia. Un posible consuelo podría ser que si no se ha sentido dolor en la primera fase antes del nacimiento tampoco se va a sentir nada en la segunda fase posterior a la muerte.

El problema de la razón

A la hora de abordar estos trascendentales cambios de estado, de vida a muerte, nos encontramos con un obstáculo insalvable: la razón.

El entendimiento, el pensamiento ordinario no alcanza a comprender el estado de la nada o el «más allá» en el caso de los creyentes.

La principal inquietud para los no creyentes es intentar comprender cómo se sentirán en el estado de «nada» lo cual es una contradicción en sí mismo. El horror vacui no se puede sentir en el vacío más absoluto.

El ser humano se empeña en obtener explicaciones del otro estado. Fantasmas, seres que han vuelto, lo cual nos lleva a otros planos de misterios, esoterismos y mundos extraños.

Y hay quien se lo toma con humor como el compositor J. Brahms.

Su editor le recriminaba que su música era demasiado triste, casi fúnebre y le conminó a que compusiera obras más alegres. Brahms accedió a la petición y la siguiente obra la tituló: «Alegremente me encamino hacia la tumba».

 

Conclusión

No hay conclusión. Es un tema en el que siempre seremos ignorantes.

El humano cuyo cerebro está en permanente ebullición no puede concebir que algún día no exista. Tenemos miedo a dejar de pensar, dejar de controlar y percibir nuestra existencia y entorno.

Y aquí surge otro interrogante. Si cada noche «aparcamos» la consciencia y nos sumergimos en un mundo misterioso, los sueños, por qué no tenemos temor a este cambio de estado diario.

O quizá por esto mismo Howard Hawks tituló una de sus mejores películas como «El Sueño Eterno».

En definitiva, en esta vida no sabremos qué hay en el otro lado, si es que hay algo, pero es un alivio pensar que el temor a la muerte va disminuyendo a medida que nos acercamos a la vejez.

«Señor, llévame pronto» que diría José Mota. 

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3 Comentarios

  1. Luis Fernández Neila

    La vida, esta vida, no tiene explicación lógica para lo que creemos ser. O estamos equivocados en buscar o, sencillame, no somos, y esto es ilógico: nada es nada, pero si «es» nada, ya «es» algo. Nuestro misterio es buscar y encontar ese algo-nada.

    Responder
  2. FRANCISCO JOSE SOLANO AVILA

    Pues contradiciendo al Sr. Delibes, Doy mi vida por vivir. Necesito más tiempo.

    Hay que vivir en las mejores condiciones que uno pueda y cuando no acompañen …… Dejar de vivir.

    Hasta mañana.

    Responder
  3. Seby

    La persona que más ha estudiado y escrito de forma científica, desde un punto de vista de la Psiquiatría es Elisabeth Kübler Ross. Además escribió numerosos libros muy interesantes.
    Es la persona que paradójicamente, estableció las fases del duelo, hoy manejadas en muchos aspectos de la vida.

    Responder

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