EL QUÉ DIRÁN

«Todos los bienes del mundo
pasan presto y su memoria
salvo la fama y la gloria» 
(Juan del Enzina)

Uno de los mensajes reivindicativos, más repetido entre los adolescentes es: «A mi no me importa el qué dirán». En realidad refleja más un deseo que un hecho objetivo. En la mayoría de los casos se podría traducir por: «Me gustaría que no me importara el qué dirán».

El honor, el prestigio, la reputación, la consideración del grupo tiene mucha más importancia de lo que nos gustaría. Especialmente decisivo en las primeras etapas de la persona. En la infancia y, sobre todo, en la adolescencia, la percepción que tenemos sobre la aceptación o rechazo del grupo es de principal relevancia. De hecho, la exclusión del grupo puede producir severos traumas en el niño. A medida que vamos creciendo y desarrollando la personalidad, estas cuestiones van pasando a un segundo plano, pero surgirán otros factores de índole laboral y social.

Reflexionemos: en el idioma castellano, los insultos más ofensivos están relacionados con la reputación pero, y ésto es lo más chocante, no atacando al prestigio del propio insultado. En su lugar se ataca al honor de sus familiares más directos, concretamente la madre o la pareja. Y, casi siempre, el ataque tiene que ver con las inclinaciones o prácticas sexuales. «Hijo de p….» es, probablemente, el insulto más fuerte del idioma español. Se trata de ofender a la madre del insultado, aludiendo a la promiscuidad sexual de la progenitora. Un tanto curioso.  «Cabrón» es otro insulto fuerte y hace alusión a la actividad sexual (externa al hogar) de la pareja del insultado. Pero, hasta el momento, el insultado no ha recibido agresión verbal hacia su propia persona como sería lo más lógico.

El que diran

La aceptación social

La promiscuidad sexual es, por tradición, reprobada en la mujer y alabada en el hombre. Por regla general el hombre se vanagloria de sus numerosos triunfos sexuales y, simultáneamente, presume de la castidad de su madre, mujer y hermanas. Por simple estadística demográfica podemos concluir que nos encontramos ante afirmaciones excluyentes. Y, ¿por qué pasa ésto?

Según estudios de antropología, el hombre lleva en sus genes, una orden biológica ancestral la cual le empuja a depositar su semilla reproductiva en el mayor número de hembras posible. Por el contrario, la mujer lleva en su genética, la consigna de elegir para su fecundación al macho más cualificado (antaño era el más fuerte). El objetivo de ambas conductas es asegurar la perpetuación de la especie. Cantidad VS calidad. Y lo anterior puede explicar la mayoría de las conductas de cortejo, seducción, convivencia, etc. entre los seres humanos. El hombre miente para conseguir más triunfos y la mujer se maquilla para atraer al hombre más idóneo. Otras derivaciones: infidelidades, vida en pareja, mentiras, etc.

Pero, en fin, sigamos con «el qué dirán».

Autoestima en la pirámide de Maslow

Autoestima en la pirámide de Maslow

Una vez cubiertas las necesidades primarias, nos preocuparemos en alcanzar el bienestar anímico, la tranquilidad, la satisfacción mental, en resumen, la autoestima. Uno se siente bien si ha realizado bien sus objetivos y, especialmente, si ha obtenido el reconocimiento del grupo. Aquí es dónde vemos la trascendencia  y repercusión del «qué dirán». Para conseguir el éxito interior es tan importante lo realizado como la aceptación social obtenida. A veces, esto último es tan decisivo que puede ser el verdadero motor de la motivación para actuar.

El «qué dirán» cobra mayor protagonismo, dinamismo e inmediatez en las redes sociales. Al principio, nos acercamos a las redes sociales con escepticismo, para probar y, poco a poco, vamos comentando, interviniendo, aportando, creando contenido. Los feedbacks o comentarios que generan nuestras aportaciones se convierten en estímulo y motivación para seguir interviniendo. De hecho, lo peor que le puede suceder a un contenido es que no reciba comentarios. Es preferible una mala crítica que la simple indiferencia.

A diferencia de las redes sociales, en la vida real es más difícil medir el nivel de nuestro prestigio (o desprestigio) social. A veces te llega un comentario de un tercero del tipo: “No le caes bien a fulano” o “Se ha comentado ésto de ti”. De todas formas, nunca lo podremos evaluar con exactitud porque se trata de percepciones subjetivas de los demás y, casi siempre, no son expresadas.

El «qué dirán» tiene mucho que ver con el honor. Aquel honor tan exaltado en la literatura, tan denostado en algún tiempo y tan añorado en otros. A veces se echa de menos la escala de valores de las anteriores generaciones en las que «ser» estaba más valorado que «tener». Probablemente, el actual «tener mejor que ser» explique el actual desprestigio de la clase política, sumida en toda clase de corrupciones. Han preferido la propiedad al prestigio, el delito al honor, el «tener» al «ser». Por eso es tan importante el «qué dirán».

Volvamos a los versos de Juan Del Enzina: «… salvo la fama y la gloria«. En un trabajo de investigación médica, se entrevistó a un gran número de personas próximas al fallecimiento. El objetivo era investigar qué consideraban los moribundos como lo más importante de sus vidas. Una de las preguntas era: «De qué se arrepiente». La mayoría respondía que se arrepentía de no haber intentando muchas cosas por miedo. Otra pregunta era: «De qué se siente más orgulloso». Las respuestas más generalizadas no tenían nada que ver con propiedades materiales, éxitos laborales o logros personales. La mayoría se sentía orgullosa de haber hecho el bien a los demás en algún momento. Todo ello nos invita a pensar que, al final, lo primordial es la íntima satisfacción del deber cumplido. Lo demás es accesorio, solo atrezzo.

En mi caso personal, le doy bastante importancia al «qué dirán». Me interesa especialmente hacer el bien. Obtengo gran satisfacción cuando percibo que genero algún tipo de bienestar en los demás, pero supongo que esto le sucede también a la mayoría de la gente.

Y cuando desaparezca de este mundo, me gustaría ser recordado, simplemente, como:
«… por lo menos, era una buena persona».

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